Una de mis esculturas favoritas es El rapto de la sabina, del francés Giambologna (Jean Boulogne), expuesta en la Galleria dell'Accademia de Florencia, aunque originalmente se encontraba en la loggia de la Piazza della Signoria, donde hoy podemos ver una copia.
La obra hace referencia al episodio mitológico del Rapto de las Sabinas: en la época de la fundación de Roma las mujeres escaseaban en la ciudad, por lo que los romanos pidieron permiso a la tribu vecina, los Sabinos, para casarse con sus mujeres, pero éstos no aceptaron. Ante esta negativa, durante la celebración de unos juegos los romanos raptaron a las mujeres sabinas y se las llevaron, casándose con ellas y engendrando descendencia. Para poder recuperar a sus mujeres, el rey sabino Tito Tacio decidió declarar la guerra a Roma, pero las sabinas, ya integradas en la sociedad romana, mediaron entre las dos tribus evitando así el conflicto armado. Finalmente el episodio se saldó con el entendimiento de las dos ciudades y la entrega en matrimonio a Rómulo de la hija de Tito Tacio.
El grupo escultórico, realizado a partir de un solo bloque de mármol compacto, está basado en dos modelos de bronce, obras también de Giambologna. La obra se realizó como un alarde de técnica en respuesta a una discusión típica de la época, conocida como paragone, que discutía la supremacía de la pintura o de la escultura. Una de las defensas utilizadas por los escultores consistía en afirmar que la escultura, a pesar de tener una visión predominante frontal, contaba con infinitos puntos de vista, mientras que la pintura sólo tiene uno. La escultura de El rapto de la Sabina posee una estructura piramidal en la que tres figuras humanas se entrelazan en un movimiento helicoidal o de hélice, brindando al espectador una visión total de la obra desde numerosos ángulos.
El impresionante grupo, de más de 4 metros de altura, representa el momento en que la mujer sabina es raptada por un romano joven, mientras un anciano sabino está atrapado entre las piernas del secuestrador. Los tres cuerpos se encuentran enlazados entre sí, generando una continuidad en el movimiento que nos hace pasar de una figura a otra de forma fluida, y la estructura en forma de pirámide otorga una mayor grandiosidad a la obra, dándole una apariencia imponente. Así mismo, los personajes se unen psicológicamente a través de sus miradas, que reflejan una emoción contenida.
La presencia de la mujer adolescente, el hombre joven y el anciano han hecho que se nomine a este grupo como Las tres edades del hombre. Las figuras desnudas de los tres participantes en la escena son el pretexto para realizar a la vez un estudio anatómico minucioso del cuerpo humano en posturas forzadas que llevan a la máxima expresión la tensión de los músculos. También los rostros de los personajes son un catálogo de expresiones exageradas que ahogan un grito contenido.
Típico del siglo XVI en Italia, a finales del Renacimiento, es el uso exagerado del trépano en la realización de los bucles del cabello, creando rizos extremadamente realistas. Del mismo modo, la visión antropocéntrica del mundo que reinaba en la época llevó a los autores renacentistas a centrarse en temas mitológicos, como el que nos ocupa, más que religiosos. El culto al cuerpo humano se refleja en la representación del anciano con un cuerpo atlético y bien formado que, definitivamente, no corresponde a su edad.
Imágenes de arte.observatorio.info y flickr
Imágenes de arte.observatorio.info y flickr
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