miércoles, 27 de abril de 2011

Films con mucho arte: "La tabla de Flandes"

La entrada de la serie Films con mucho arte de esta semana, y puesto que hoy es el Día Internacional del Libro, se la dedicamos a un film cuya trama gira alrededor de un cuadro y además está basado en una novela: La tabla de Flandes (Jim McBride, 1995).


Quizás muchos no conocen esta película, pero yo le tengo un especial cariño, ya que me descubrió al que se convertiría después en uno de mis autores favoritos: Arturo Pérez-Reverte. Recuerdo que la primera vez que vi este film fue con mi madre, tremenda fan de las tramas de misterio, y yo tendría alrededor de 13 años: a partir de entonces no pude dejar de sumergirme en las fantásticas novelas del que es, a mi parecer, uno de los más grandes autores de la literatura contemporánea.

La tabla de Flandes, basada en la novela homónima de Pérez-Reverte, cuenta la historia de Julia, una joven restauradora de obras de arte, que recibe el encargo de restaurar una pintura flamenca del siglo XV: La partida de ajedrez. Al mismo tiempo que Julia va restaurando el cuadro se desencadenan una serie de misteriosos asesinatos: ¿pueden estar relacionadas dos épocas tan lejanas a través de una pintura? ¿Quién mueve las piezas en esta quizás demasiado real partida de ajedrez?

No calificaría a la película como "de obligatorio visionado" para el público general, ya que no es especialmente buena (como suele suceder, por otro lado, con la mayoría de películas basadas en obras literarias, salvo raras excepciones). Sí puede ser curiosa para los fans de Pérez-Reverte, quien ha continuado colaborando con el mundo del cine con otras de sus novelas como El club Dumas (transformado en la película La novena puerta, drigida por Roman Polanski y protagonizada por Johnny Depp) o Alatriste (Agustín Díaz Yanes, 2006).

"¿Quién mató al caballero?"

Para mí, esta es la película del "casi": interpretaciones "casi-creíbles", el film es "casi-fiel" a la novela... Los actores están "casi-correctos" en su papel, pero desde luego no sobresalen por sus actuaciones: el personaje de Julia, interpretado por una "casi-irreconocible" Kate Beckinsale, está bastante sobreactuado simulando ser más aniñada e inocente de lo que le corresponde. Por otro lado, algunos personajes nada tienen que ver con los de la novela: el empleado de banca que juega al ajedrez ha sido sustituido en el film por un gitano con aires de surfista (¿?). La trama principal en la novela gira alrededor de la patida de ajedrez, mientras que en la película... bueno, en el cuadro están jugando una partida, ¿no?.

En cualquier caso, la película me gusta por la trama: siempre he sido amante de los films en los que hay que descubrir al asesino, y éste cumple con los requisitos. La trama histórica, además, contribuye a otorgar un plus de misterio al film, que realmente atrapa al espectador, deseoso de saber quién mató a quién y por qué. La resolución final de la película no acaba de coincidir con la de la novela, pero... En resumen: leed el libro, es mil veces mejor.

Como el film no es muy allá, aprovecharé que me da pie para hablar de un tema interesante: la conservación y restauración de las obras de arte, que al fin y al cabo es lo que pone en marcha el mecanismo de la película. Desde mi experiencia como alumna de los cursos teóricos y prácticos de Restauración de pintura y escultura en el Instituto Superior de Arte de Madrid, y de Restauración de Papel en la Universitá degli Studi de Florencia, puedo decir que incluso más importante que la restauración es la conservación. Por definición, la labor de un conservador o restaurador de obras de arte es la de "examinar, diagnosticar, preservar, conservar y, en último caso, intervenir en el patrimonio Artístico". La acción de restaurar una obra se lleva a cabo cuando ya no hay más remedio que intervenir y supone, de un modo u otro, la intromisión en la obra del artista: por eso es vital la conservación en óptimas condiciones de un bien artístico. Las obras de arte son por lo general irrepetibles y forman parte de nuestro patrimonio cultural: debemos preservarlas tan bien como podamos ya que, de este modo, estaremos también conservando una parte importante de nuestra historia.

En ocasiones es inevitable la intervención en una obra puesto que, de lo contrario, su deterioramiento iría a más: en caso de tener que tratar una obra, la parte más importante pasa a ser la documentación de todo el proceso. Insisto en esto porque no hace tanto tiempo, durante el siglo XX, se restauraron obras tan importantes como la iglesia de San Martín de Frómista sin la debida documentación, y el resultado fue nefasto: la iglesia actual poco tiene que ver con la original, ya que se encuentra aislada físicamente de todos los edificios de alrededor, y muchos de sus capiteles fueron cambiados de lugar, provocando que sea imposible la lectura simbólica de los relieves de los mismos en su conjunto.

Otro punto a tratar es que, una vez restaurada una obra, debemos distinguir a simple vista cuál es la parte original y cuál la intervenida: lejos quedan ya los días en que se consideraba que un vaso griego está correctamente restaurado si parece recién llegado del siglo V d.C. El espectador necesita saber qué parte pertenece al pasado y en qué estado ha llegado hasta nosotros.

¡¡Conservación, preservación y documentación antes que la restauración!!
Imágenes de epidemias5second.blogspot.com y de leelibros.com

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