Otro día más del ciclo Itinerarios de un aprendizaje con Antonio Muñoz Molina en la UIMP, y tengo que decir que cada día mejora. La complicidad que se va creando a lo largo del tiempo entre profesor y clase se hace patente en los momentos de interacción con el autor: si al principio la clase estaba un poco "cortada" a la hora de compartir experiencias, la timidez ha dado paso a la necesidad y el deseo de contar nuestras propias historias. Y es ahí donde reside la magia de estos cursos de verano: yo ya siento a Antonio (ya le llamo por el nombre de pila: después de tres días ya hay confianza) como alguien cercano, con el que puedo compartir inquietudes literarias y del que puedo aprender tantísimas cosas.
En las charlas hoy hemos hablado de la génesis de la novela: el proceso de creación de una obra como traslación de una experiencia personal. Antonio comenzaba citando a Nabokov, cuya idea de novela respondía a un plan previamente pensado y ordenado, y nos hablaba de su experiencia personal como algo diametralmente distinto: para él la novela se crea a sí misma mientras se va escribiendo. A veces la escena que quieres contar se encuentra en tu cabeza y puedes ver cómo se desarrolla perfectamente con todos los detalles; sin embargo, hay ocasiones en que es difícil encontrar las palabras para plasmarla en el papel: con esto Antonio nos confesaba que, para él, el argumento es simultáneo al hecho de escribir y no anterior al mismo, y lo hacía con las siguientes palabras refiriéndose a su primera novela, Beatus Ille :
“Alentado por la persona que me había dicho que aquella historia merecía ser contada, se me ocurrió la clave que daría forma a la novela: esa clave era un punto de vista que sólo se conocería al final. En el momento de despertar vi y casi escuché la novela. De pronto, todos los papeles y todas las historias que tenía amontonadas, cobraron sentido. Según iba escribiendo, iba encontrando nuevos detalles.”
Antonio se refiere al hecho de escribir como algo "a medias voluntario y a medias caprichoso": al igual que es necesario ese punto de inspiración, ese Eureka! que acontece de repente, también lo es la lectura de los clásicos, entre los que cita a Flaubert, Proust, Faulkner o Stendhal, y el proceso de recapitulación en el que creamos y ordenamos nuevas historias y personajes. Como hablaríamos en el momento de la interacción, es necesaria la participación de la mente consciente e inconsciente para dar forma a una obra.
La segunda parte de la mañana la comenzábamos de la mano de Michael Curtiz y una escena de su clásico Casablanca (1942) para realzar la idea de que las historias, como la vida, se escriben sobre la marcha: ambas, al igual que la novela El invierno en Lisboa, son huidas hacia delante sin conocer el final. Durante toda la mañana ha sido muy recurrente el tema de la influencia del cine en la obra de Antonio. Según sus propias palabras, El Gran Gatsby (Jack Clayton, 1974) fue la película que le dio la clave para crear al narrador de su segunda novela, y las dos se basan en el modelo creado por Sir Joseph Conrad para El corazón de las tinieblas: un narrador en tercera persona que cuenta los hechos desde una cierta distancia y desconoce una gran parte de la personalidad del protagonista.
Antonio habla con mucho cariño de El invierno en Lisboa, y se prodiga en los detalles de su creación: nos relata la influencia de las artes en la gestación de la novela, sobre todo de la música, ya que concibe al escritor como un "modulador de tiempo", que realiza una composición temporal.
Para terminar os dejo una de sus frases a tenor del cambio de estatus del escritor en su propia generación, que añadiré a mi cuaderno personal de citas importantes:
“La literatura debe aspirar a ser leído por aquellos con los que no compartimos códigos generacionales o culturales”
Mañana seguiremos twitteando al pie del cañón, como siempre desde @RaRoARTE y con los hashtags #MunozMolina y #UIMP.
Imágenes de planetalector.com y nachovt.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario